Una gota de sangre cayó y tiñó el piso de un rojo intenso,
tras ella muchas otras fueron cayendo desesperadas e indetenibles logrando
hacer un mar de sangre que buscaba a dónde correr.
Un leve hilo rojo de sangre se dejó ver por debajo de la
puerta. Patrick miró y se preocupó, corrió a ver qué pasaba. Sí, efectivamente
era sangre lo que estaba saliendo por debajo de la puerta de Lucía (la madre de
Patrick).
- - ¿Madre? – Llamó al mismo tiempo que golpeaba
suavemente la puerta, pero nadie respondió.
-
¿Madre, estás ahí? – volvió a llamar. La
angustia se le notó en la voz. Golpeó la
puerta con más fuerza. Empezó a desesperarse un poco porque sabía que no había
nadie más en casa y cada vez golpeaba la puerta con más fuerza.
Patrick era un niño de 11 años que vivía con su madre (Lucía). Hace
unos dos meses su padre había muerto en un grave accidente automovilístico.
Desde ese entonces su madre cambió drásticamen, la depresión era obvia por más que la intentara disimular. Se había
ausentado completamente, ya no atendía a Patrick como era debido y la mayor
parte de su tiempo estaba encerrada en su habitación. Si él le preguntaba
qué hacía tanto en su cuarto ella le respondía que leía un libro, pero era
bastante obvio que estaba llorando.
Se le veía perdida en sus pensamientos, perdida en un lugar del
que era complicado sacarla. Había que repetirle las cosas varias veces para que
ella pudiera comprenderlas o contestarlas.
- - ¿Qué te pasa, mamá? – a menudo le preguntaba
Patrick, a lo que ella siempre le respondía: - Nada, hijo, estoy bien –
acompañado de una muy forzada sonrisa que parecía causarle dolor.
El día 15 de febrero del año 2002 fue un día que iba a
marcar a Patrick de por vida. El día amaneció un poco nublado, había una brisa
fresca y muy leve, prometía llover.
Patrick como de costumbre se levantó temprano porque le correspondía
ir al colegio, él fue quien levantó a su madre para que preparada todo y lo
acompañara a esperar el transporte que lo llevaba a su escuela y lo traía hasta
su casa.
- - Buenos días a todos – dijo Patrick al abordar el
bus – Te veo en un rato, ma – y partió a sus clases.
Lucía no pareció escucharlo. Se encontraba mirando a ningún
punto en específico, parecía perdida dentro de sí. Y allí permaneció durante un
rato hasta que el fulgor del sol la sacó del éxtasis en el que se encontraba.
Caminó muy despacio hasta su casa pensativa y cabizbaja. Al momento en que su mano tocó el picaporte
para abrir la puerta se pudo visualizar que una gruesa lágrima corría por su
mejilla izquierda. Dudó un momento y luego entró.
Fue directo a la cocina, se sirvió una taza de café y se
sentó mirando por la ventana que daba vista al patio. Allí se perdió durante un
tiempo en sus pensamientos, ni si quiera probó el café, se le enfrió justo en
frente de ella. ¿En qué pensaba tanto? Creo que ahora es bastante evidente.
Sacudió varias veces la cabeza como si hubiera tenido una horrible pesadilla. Se frotó los ojos como si recién
estuviera despertando y se dio cuenta de que había pasado mucho rato allí
sentada. Se levantó fue al lavaplatos y tiró el café. Hizo un ademan de abrir
el segundo cajón que estaba a la derecha del lavaplatos, pero solo tomó el
mango del cajón y se quedó pensado una vez más.
Apretó los ojos muy fuertes, sacudió la cabeza dos veces y
se atrevió a abrir el cajón.
Con los ojos cerrados tomó algo y se lo metió debajo de la
camisa. Miró a todos lados muy nerviosa como si alguien la vigilara y corrió
hacia su cuarto. Ya estaba llorando.
Llegó a su cuarto jadeando. Abrió la puerta a toda velocidad
y de la misma manera la cerró tras sí. Se quedó empujando la puerta como si
alguien la estuviera persiguiendo. Sollozaba.
Se recostó en la puerta y poco a poco se fue deslizando
hasta quedar sentada de tal manera que sus rodillas quedaban a la altura de su
pecho. Se abrasó muy fuerte a sus rodillas y lloró desconsoladamente, lloró
como nunca había llorado. Lloró como un niño, con dolor, con todo el dolor que
había acumulado durante toda su existencia. Se redujo a mocos y lágrimas.
Lentamente sacó de debajo de su camisa eso que había tomado
de uno de los cajones de la cocina. Sí, si era… era un cuchillo. Lo sostuvo con
su mano derecha, lo apretó con enojo, con odio… levanto su brazo izquierdo y
lentamente fue acercado el cuchillo hasta su brazo.
Se oyó un grito que fue ahogado a los pocos segundos. Lucía
había cortado su muñeca izquierda. Estaba jadeando y sollozando.
Ahora sostenía en cuchillo con su mano izquierda e hizo un
corte profundo en su muñeca derecha. Acto seguido dejó caer el cuchillo a su
lado, respiró profundo, cerró los ojos y se quedó allí mirando como su sangre
corría por, se quedó allí a esperas de que llegara la muerte.
Eran las 12:37 cuando el bus dejó a Patrick en su casa.
Abrió la puerta, dejó su mochila en la sala y dijo: - Mamá ya llegué- no obtuvo
respuesta.
Fue a la cocina buscando a su madre que tampoco estaba allí,
entonces decidió subir a la habitación a buscarla. Cuando se acercó a la puerta
de la habitación de su madre se dio cuenta que algo rojo estaba saliendo por
debajo de la puerta. Intentó abrirla a empujones, pero no era tan fuerte.
- - ¿Estás bien, mamá? – grita Patrick
frenéticamente - ¡abre la puerta, por favor!
El niño se cansó de empujar la puerta y se sentó y lloró. Lloró sin saber qué pasaba.
Se levantó de donde estaba, frustrado y llorando. Respiró
hondo y decidió intentar una vez má abrir la puerta. Tomó todo el impulso que
podía y corrió hacia la puerta con los brazos extendidos hacia adelante. Logró
abrir una brecha mínima por la cual rápidamente introdujo parte de su cuerpo
quedando pisado con la puerta y luego con esfuerzo logró pasar del todo a la
habitación.
Se llevó las manos a la cabeza al ver aquel cuadro. Su madre
tendida en el piso con cortes en las muñecas, su cabello cubría su rostro, un
mar de sangre en el piso…
- - ¿Qué has hecho, mamá? – susurró entre sollozos.
Se arrodilló a su lado, la tomó entre sus brazos,
le quitó el cabello que le cubría el rostro de manera que pudiera verle los
ojos. Lucía aún agonizaba.
Lo miró con los ojos entrecerrados, pues, ya no tenía
fuerza.
Patrick apoyó la su frente con la frente de su madre. Él
lloraba, ella casi no respiraba.
- Hijo… per…
per…dóname - alcanzó a decir Lucía en su
último hálito y expiró.
Nunca había leído un relato de este tipo y si lo leí fue hace mucho tiempo... me llamo la atención porque hace tiempo pase una etapa de autolesion y comprendo el dolor que llegas a sentir, una cree que es muy fácil morir pero es todo lo contrario... Me quedo por aquí, me gusta lo que haces :) un beso.
ResponderEliminarEs maravilloso saber que alguien entienda lo que trato de transmitir. y más es maravilloso que te haya gustado. Muchas gracias. Un Abrazo y un beso para ti.
EliminarUn triste relato, debe de ser fuerte las personas que pasan por esa situación :(
ResponderEliminarCréeme que es fuerte. A veces esas cosas la entienden aquellas personas que las han vivido.
EliminarA mí me pasó. Lo entiendo totalmente.
Eliminar¡Hola, Junior!
ResponderEliminarMe dolio el alma, no se si es una virtud o un defecto el que sea tan sensible, pero no me puedo imaginar la cantidad de dolor que alguien siente al vivir algo como esto, es impresionante.
¡Nos seguimos leyendo!
Hola. Gracias por pasarte y comentar. Es inmenso el dolor y no es para nada fácil superarlo.
EliminarUn abrazo.
Espero hayas superado esa etapa y estés bien. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha parecido impresionante. Que fuerte!!!! Me has puesto los pelos como escarpías.
ResponderEliminarB7s
Ali - Entrelibrosycoletas
Muchas gracias. Es genial que haya logrado ese efecto. Gracias.
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarMe ha gustado el relato pero me ha costado leerlo por el tema que tratas. Para mi es un tema un poco personal y he sufrido un poco.
Un beso desde Jardines de papel .
¡Nos leemos!
Gracias. Estoy consiente de que el tema es muy fuerte y lo escribo porque también es algo personal para mi. Un abrazo.
Eliminar¡Hola Junior!
ResponderEliminarLa depresión y la autolesion son temas muy muy fuertes, con los que muchas personas tenemos que lidiar. Me encantó tu texto, sobre todo porque se nota que dejas parte de ti en lo que escribes.
Un abrazo enorme.
Muuuchas gracias. Me alegra tanto que te hay gustado. Un abrazo.
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