El acecho de la muerte

Me encontraba allí, justo en el umbral de la puerta, lo observaba desde la oscuridad.

Dormía plácidamente cual niño sin preocupación alguna. Podía escuchar su respiración desde ahí. Una gruesa gota de sudor brotó de mi frente y rodó por mi rostro, estaba sudando frío. Las manos me estaban temblando. Mi propósito era firme, la decisión estaba tomada: ese día me convertiría en asesino. 

Sostenía el cuchillo con mucha fuerza, me descubrí sonriendo, no sé por qué lo hacía, pero lo estaba haciendo. Di un paso, pero sentí que hice un ruido estruendoso y me paralicé, la sangre se me heló. Estuve durante unos segundos (quizás fueron minutos o horas, no lo sé) inmóvi, esperando a ver qué sucedía, si él despertaba y me descubría en su habitación. No pasó nada.

Durante todo el trayecto pensé que en algún momento me delataría el gran ruido que estaba haciendo mi corazón con sus estrepitosas palpitaciones.
Di otro paso lento y cuidadoso, pero firme. Cada vez me encontraba más cerca de su lecho donde yacía él sin saber que quien se le estaba acercando era la muerte. 

Eran exactamente las 3:17 a.m. y lo sé porque vi la hora en su reloj despertador que tenía en su mesa de noche a la izquierda de su cama. Todo estaba tan callado que cualquier movimiento que diera en falso podría delatarme.
Estaba a medio metro de su cama y ya no era solo una gota de sudor lo que corría por mi rostro, eran miles que empapaban mi rostro. No le quitaba la mirada en ningún momento.
Él estaba boca arriba arropado hasta la cintura con una sábana blanca, no tenía camisa y no sé si otra prenda.

Me situé al borde de su cama, por el lado derecho, tomé el cuchillo en mi mano derecha... noté que se estaba moviendo, me paralicé de nuevo, no supe si correr o esconderme debajo de la cama, solo pude quedarme ahí inmóvil. Pero no despertó. Volví a respirar.
Ya todo estaba decidido: lo iba a matar. Pero aún en ese punto algo me detenía, no sé por qué. Estuve un rato batallando con mis pensamientos ahí, justo al lado de la víctima.

Mi cara estaba tan empapada que no sabría decirles si solo era sudor, porque estoy casi seguro de que en ese punto también estaba llorando y no entiendo por qué. 

Todavía estaba yo cavilando cuando él despertó. Abrió los ojos de par en par.

-¿Qué haces aquí?- preguntó exaltado al mirar que yo tenía el cuchillo.

En ese punto no podía darme el lujo de quedarme estático, tenía que actuar. En un rápido movimiento me puse encima de él. Levanté el brazo con el que sostenía el cuchillo hasta lo más alto con ánimos de hacerlo descender a toda velocidad e incrustarlo en su pecho.

  - ¡AAAAA...! - grité yo cuando el cuchillo empezó a bajar a toda prisa. Estaba extasiado.

Pero justo cuando estaba por enterrar el cuchillo y ver brotar sangre con gran ímpetu  de su pecho...

Desperté de un salto, gritando, asustado, creyendo que todo eso había sido real, tratando de asimilar dónde estaba. Mi corazón parecía que iba a explotar en cualquier momento, mi respiración era muy agitada. Pero, al parecer, todo había sido un sueño...