domingo, 3 de mayo de 2020

Beldad

Y ahí estaba ella... bañada en beldad contemplando un hermoso atardecer sin darse cuenta que su hermosura opacaba la de ese ocaso.



Ahí estaba, mirando a través de esos ojos color miel y con esa mirada tan profunda que, dudo que, quien caiga en ella pueda volver. Su cabello era suavemente movido por el viento y tocaba su espalda desnuda. Sus manos y sus pies jugaban con la arena de aquella playa y sus pensamientos la mantenían lejos.

Y ahí estaba yo... casi al frente de ella (no tan cerca como quería) de espaldas a aquel ocaso que era, realmente, un espectáculo, pero sin perderme ni un solo detalle del verdadero espectáculo de ese día: ella.



Ahí estaba ella siendo protagonista de aquel momento que era digno de ser plasmado en los lienzos de todos los pintores,  captado en todas la cámaras de los fotógrafos, inspiración para uno y mil poemas de todos los poetas... pero no estaban solo estaba yo, agradeciendo  el hecho de ser el privilegiado de contemplar ese bello momento que no es comparable con ninguna obra de arte ni con ningún otro atardecer porque ELLA es infinitamente más bella.

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